
Nuestra ciudad. La ciudad de Sherezade. Exotismo que converge con misticismo. Olores, colores y sonidos que nunca antes habíamos percibido. Por supuesto, sabores también. Recetas transmitidas por una madre marroquí, en algún idioma a base de gestos, directamente hacia nuestros oídos. Desde septiembre, y hasta siempre, eso será Marrakech. Dejará de ser una mera ciudad en cualquier mapa para volverse algo etéreo, solamente cuando nosotros la pensemos. No hay fotografía que describa nuestras propias imágenes, nuestros recuerdos y nuestras vivencias: las mías contigo, las tuyas conmigo. Sí, eso será: La Eterna Ciudad Roja.

