sábado, 31 de diciembre de 2011

Charlie

No quería despedir el año sin antes dedicarle un post a una persona que, durante muchos años, amenizó los momentos de espera desde que llegaba del colegio hasta que la comida aparecía por arte de magia en mi plato, siempre en el lado izquierdo de la mesa. Pese a esos momentos de hambre atroz en los que el volumen de la televisión tenía que estar más alto de lo normal para que mis molestas tripas me brindasen el placer de oír esos magníficos cánticos, era capaz de prestar más atención de la que podía concederle a ninguna película de Disney.
Yo no veía dibujos, yo veía Arguiñano.
No recuerdo cuándo fue la primera vez que me descubrió que el perejil tenía "fundamento", ni cuál fue el primer chiste suyo que logré comprender; lo que sí recuerdo era cómo ese programa televisivo, cada año, marcaba para mi el comienzo del verano: ¡Arguiñano emitiendo desde Zarautz! Seguro que el día que pueda pisar esa playa y bañarme en ese mar, siempre enfurecido, me sentiré como en casa. Al fin y al cabo, sigue siendo Cantábrico.
Hoy he vuelto a ver uno de sus programas, el último del año. Hacía tanto tiempo que no le veía en acción que me ha resultado muy entrañable, pese a la paupérrima conexión a Internet de la que dispongo, la publicidad, Antena 3...
Finalizando ya, me gustaría pedir disculpas a todos aquellos comensales, amigos, compañeros de piso y demás gente que haya tenido y tendrá que sufrir mi hegemonía televisiva, porque en mi casa ¡se ve Arguiñano y punto!

Os deseo un buen año a todos y...

¡HASTA MAÑANA, ARGUIÑANO!